El domingo nos dejó. Se fue como vino, sin hacer ruido. Cuando llego hace ya diez años era silencioso, tímido, vergonzoso, tranquilo y de la misma manera quiso dejarnos.
Siempre nos quedara su recuerdo en nuestras memorias. Verlo tumbado entre los sofás, ladrando cuando tocaban al telefonillo o cuando entraba alguien en casa, como si quisiera avisarte, y esconderse bajo el escritorio de la habitación de la niña para no irse solo a la cocina a dormir por la noche.
Recuerdo cuando con pocos meses lo llevamos de viaje en pascua y al dejarlo suelto cerca de un antiguo lavadero en un pueblo de Burgos se cayó. Lo sacamos temblando. Nosotros también temblábamos por si le ocurría algo. Lo enrollamos con una manta del coche para que no enfriara y nos lo llevamos directamente a la casa rural donde estábamos alojados. Allí le dimos un baño caliente.
Nunca más le paso nada. Ni un resfriado. Era fuerte. Bastante ladrador y muy gruñón, pero a la vez cariñoso con quien le demostraba afecto.
Hacia días que no estaba bien, pero se aferraba a quedarse entre nosotros. Hasta que ya no pudimos más, ni él ni nosotros. No podíamos verlo sufrir de esa manera sin solución alguna. Decidimos que ya era su hora, que ya había pasado bastante en estos días y necesitaba descansar.
Se fui sin sufrir, durmiendo. No te imaginas lo que puedes llegar a querer a una mascota hasta que la pierdes. Es evidente que es una animal y no tiene comparación con la perdida de un ser querido, pero se pasa muy mal.
Allá donde estés Trosky siempre estarás en nuestro corazón, has sido un más de la familia durante estos diez años. Has vivido los malos y buenos momentos con nosotros, has visto crecer a las niñas, que se han criado junto a ti como uno más.
¡Hasta siempre Trosky! ¡Te queremos!
2 comentarios:
No me digas que un animal no se puede comparar con un ser humano: En mi casa siempre ha habido perros, y la muerte de Pippa, mi pastor alemán, ocurrida ya hace catorce años, sigue doliendo como el primer día. Mis padres tienen más perros, pero el vacío de mi preciosa perra cada vez que voy a mi casa no hay quien lo llene.
Pippa murió de cáncer a los trece años, y nunca, nunca jamás, habrá nadie, ni humano ni animal, que me quiera como ella lo hizo.
Fue un amor desinteresado, puro, sin pedir nada a cambio.
Y no pedía nada a cambio porque ya cogía ella lo que quería: ocupar el mayor espacio posible en mi cama (a escondidas de mi madre), desobedecer si la cosa no iba con ella (según su modesta opinión) y decidir por cuenta propia si alguien podía o no estar a mi lado.
Siento mucho lo de Trosky, Juancar, y no te preocupes. Allá en el cielo de los perros, hay un pastor alemán dispuesto a proteger a todos los perros pequeños de todo mal.
Un abrazo muy fuerte.
(Te dejo dos enlaces de mi blog; uno habla sobre Pippa, y el otro sobre la muerte de Cora, que nos dejó este año).
http://salesminerales.wordpress.com/2009/09/02/los-amores-perros/
http://salesminerales.wordpress.com/2011/03/31/cora/
uff, qué chungo cuando perdemos un animal que ha estado con nosotros tanto tiempo...
Es una pena y la tristeza y el vacío que dejan no se puede llenar tan fácilmente.
Un beso grande para ti, y para toda tu familia!
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